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sábado, 11 de diciembre de 2010

Los fantasmas que habitan en nuestros sueños

Durante el sueño ligero acostumbramos a proyectar nuestras ilusiones o expectativas y le damos forma a través de ensoñaciones. En cambio, durante el sueño profundo nuestros anhelos, esos que escondemos y protegemos de lo que nos rodea, afloran de forma inconsciente. Muchos de ellos no los recordamos al despertar. Otros... no somos capaz de olvidarlos nunca.

Los sueños siempre marcaron mi vida. Recuerdo dos en concreto. En el primero conseguía volar. Sólo tenía que coger algo de impulso. Solía hacerlo desde lo alto de un bordillo, que franqueaba la entrada de la casa de la abuela por la cocina. Movía suavemente los brazos como un pequeño pájaro, ligero en el vuelo. Y conseguía volar aquellas laderas y montañas que franqueaban nuestra casa, situada a 20 km de la ciudad en la que nací. Después de aquellos momentos mágicos, que apenas duraban unos instantes, el sueño siempre se teñía de un tinte oscuro, de atmósfera aterradora.

En el sueño aparecían unos extraños robots con aspecto parecido a los Transformers, aquellos juguetes que se hicieron populares en la década de los 80, y que curiosamente nacieron el mismo año que yo: 1982. Eran gigantes androides que me perseguían e intentaban atraparme, con sus puños de metal, de un zarpazo, de un solo golpe. ¡Siempre conseguían asustarme! Quizás aquel sueño -que se repitió durante años- tuviera algún significado especial. Probablemente podría haber sido una señal, el preludio del día que todos queremos olvidar y pese a ello, se incrusta en lo más profundo de nuestro interior. Por ejemplo, el día en que mi hermano, con 4 años, tuvo el accidente y que, tras lo ocurrido, multitud de vecinos se agolparon frente a las puertas de casa en la que vivíamos mamá, papá, la tía, la abuela, el abuelo, mi hermano y yo.

Aquel día, mientras yo estaba jugando cerca del castaño, ocurrió lo que ninguno habíamos imaginado. Regresé a casa como siempre, después del juego, y me encontré a mi madre y a mi tía llorando, sin encontrar consuelo en los vecinos que se atrincheraban murmurando frente a la vieja puerta de casa. Mi padre fue el único que lo vio, el primero en advertir que aquel viejo critröen, aparcado frente al portalón, había perdido el control al soltarse el freno de mano. En milésimas de segundo se estrelló contra un muro, situado a 10 metros de nuestra casa. Mi hermano y un amigo estaban en el interior del vehículo. Mi madre soltó un grito de rabia cuando se enteró. No podía parar de llorar. Y yo de pedirle que no llorara más. Pero, cómo no iba a llorar. Nada, era lo único que podía hacer.

El segundo sueño se produjo años más tarde, tiempo después de habernos mudado a nuestra nueva casa, construida, pared con pared, justo al lado de la de los abuelos. Aquella noche soñé que estaba profundamente dormida en mi habitación. Y recuerdo levantarme en mitad de la noche y cruzar la puerta de mi cuarto, y atravesar un oscuro pasillo que apenas tenía luz. No recuerdo haberme despertado jamás. Hoy todavía no consigo recordar ese momento en el que nos levantamos sudorosos de la cama, huyendo de los fantasmas que habitan en nuestro interior, en nuestros sueños, y continuar con nuestra vida y nuestros miedos...

En tu caso, ¿has tenido algún sueño que haya marcado de alguna forma tu vida?, ¿alguna premonición?

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